viernes, marzo 18, 2005

Los Piojos en Obras

"Uoh bamba, uoh bamba, uoh bamba, ouh bamba, eeóóó...", tronó en el estadio, y el estadio tembló. "Dentro tuyo están las llaves, solas esperan tus manos; tanto buscar para afuera y ahora te gana el desgano", cantó Andrés Ciro y con él, los cinco mil piojosos de abajo, del costado, de allá arriba. De la letra completa solo se acuerdan ellos; los otros, los que se acercaron por la moda, hace cuatro años, la olvidaron, y por ahí sólo reconocen el estribillo. Así arrancó el tramo final del concierto de Los Piojos en Obras. Con la algarabía de las grandes fiestas populares. El reencuentro dejó un buen saldo para tener en cuenta: que el extremo cuidado que tuvieron Los Piojos, cuando se encontraron con que se habían puesto de moda, está rindiendo excelentes frutos. Porque la conexión con su público de siempre continúa intacta. Y que ellos, por un lado, siguen sin cambiar en esencia, y por el otro, siguen ocupados en crecer, digna vocación que pueden tener los buenos artistas. Los Piojos reaparecieron este fin de semana en Obras, después de siete meses de silencio, y seguirán en el próximo (serán seis funciones a tope). Como en este ciclo no hay disco para presentar -el nuevo saldrá a la luz recién en la primavera-, el único pretexto visible sería el estreno del nuevo baterista, Sebastián Cordero, quien ha pasado a ocupar el lugar del histórico Dany Buira. Pero el pretexto podría ser solo eso. Lo importante es que la banda luce a pleno: enérgica, compacta, con un buen tempo -Cordero entiende dónde está- y con todas las luces. Y Los Piojosos de la popular y las plateas están como siempre, astando sus gargantas como en la cancha, transpirando en ese horno que es Obras cuando hay calor popular aunque sea invierno, agitando las banderas, celebrando que siga habiendo en quiénes confiar.
Los escasos estrenos que incluye el repertorio permiten alentar buenas expectativas por el próximo disco. María y José es una sugestiva y emotiva actualización del nacimiento de Jesús. aquello sucedió hace dos mil años y lejos de Buenos Aires, pero que sigue pasando hoy y aquí, a pesar de los pesares, según da a entender la canción que tiene destino de clásico piojoso. Reggae Rojo & Negro, dedicado al pueblo cubano, y Luz de marfil son los otros dos adelantos. Una novedad más fue el nuevo intermezzo percusivo, que incluyó, con formación de parches murgueros, un sencillo encadenamiento de bagualas y vidalas del norte argentino, con Vidala de la copla como final. Otra vez Los Piojos bebiendo de la raíz. Cuando el público se aprenda las coplas -no tardará en suceder- y se produzca el canto masivo, habrá que invitar al show a Leda Valladares, para que vea, una vez más, que su obra de toda la vida ha tenido sentido.
Seguramente lo más interesante que tienen los conciertos de Los Piojos es que siempre son fiestas nuevas, porque así lo permiten la nobleza y la sinceridad de todos los temas, incluso de los más antiguos. "Babilonia", "Ay ay ay", "Los mocosos", "Shup shup" y "Pistolas", por citar de manera antojadiza solo un puñadito, tienen tanto vigor como en su primera noche. "Maradó" sigue siendo el mejor tema que se le ha dedicado al 10, "El farolito" -en su momento bien cuidado del manoseo- continúa fresco, y hasta el tango "Yira yira" presentado desde las pantallas de video por Gardel y Discépolo -qué buen símbolo- luce integrado naturalmente. Es que Los Piojos siguen siendo, por sobre todo, rocanrol de Buenos Aires, es decir tangos de hoy. Y alegría a pesar de la desdicha. En sintonía, estos conciertos de Obras son celebraciones populares para que, una vez más, quienes se interesen puedan ver lo bien que se vive, pese a lo mal que se está.

Fuente Rock.com.ar

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